La creación de edificios y centros destinados al ocio es habitual en las sociedades prósperas y avanzadas económicamente. Pero la creación de espacios donde el ocio se mezcla con lo cultural es exclusivo de sociedades no necesariamente prósperas económicamente, sino preocupadas por su propia identidad cultural y la educación de sus ciudadanos. Sin duda alguna responden a una sensibilidad mucho mayor, a un interés cierto por el crecimiento y desarrollo de una región, de un país.
Puede que esto importe muy poco al profano, pero en todo el mundo se tiene a las orquídeas como el paradigma de la sofisticación, la belleza, y el exotismo. Todos los meses se descubren especies nuevas, y la comunidad científica las tiene como objeto de constante análisis y discusión. Las orquídeas, en muchos de sus aspectos, son un sinónimo de cultura y exquisitez.
Regreso a las raíces
Hay orquidarios por todo el mundo, en prácticamente todas las latitudes, aunque su número sigue siendo muy escaso en proporción a boleras, salas de máquinas recreativas, o videoclubes. Ciertamente, en el caso que nos atañe, como es la construcción de un gran orquidario en España, se trata de algo insólito hasta la fecha, una apuesta extraña, como si lo exótico no acabara de ir con nosotros. Y es que pareciera que el mundo de las orquídeas es terreno en el que germanos y anglosajones han establecido sus dominios, y los españoles hemos actuado como si no nos importara. Eso parecería, pero la verdad es muy distinta. Poca gente sabe que el popularísimo género Masdevallia fue creado por los botánicos españoles Hipólito Ruiz López y José Pavón en honor a su amigo botánico y farmacéutico Don José Masedevall. Tampoco saben que la vainilla no es solo una orquídea, sino que además es un
género españolísimo (Vanilla) que define el todo de la planta por una parte de ella: la vaina de pequeño tamaño que queda tras la polinización de la flor, de la cual fuimos los principales importadores y exportadores al resto del mundo en el Siglo XVI, después de que Hernán Cortés la trajera a España. Es más, esta planta constituye la primera referencia y representación de una orquídea del Nuevo Mundo, apareciendo en el Códice Badiano, escrito en lengua náhuatl por Martín de la Cruz y traducido al latín por Juan Badiano en 1552.
Y partiendo de la idea general de que las cattleyas son las reinas de las orquídeas, habría que añadir que este género fue descrito por John Lindley en 1823 en honor a su amigo y floricultor William Cattley, pero pocos saben que en 1777 los botánicos españoles Ruiz y Pavón ya la habían descrito, concretamente una nueva especie que dormiría el sueño de los justos hasta que en 1831 los británicos la bautizarían como Cattleya maxima. Quien sabe, quizá si nuestros gobernantes de finales del Siglo XVIII hubiesen patrocinado con mayor ahínco la investigación y la botánica, ahora conoceríamos esta planta bajo otro nombre, más nuestro, vinculado a alguien de nuestra España.
Quizá el lector se haya extrañado cuando me refería a un orquidario como señal de identidad cultural ¿De qué manera puede asociarse un orquidario a nuestra cultura, la de los españoles? Tristemente, además de los géneros antes citados, los españoles contamos con algunos más exclusivos como Fernandezia, nombrada de este modo en honor del botánico y doctor Don Gregorio García Fernández. O Maxillaria, también de Ruiz y Pavón, que la llamaron así por la semejanza del labelo con una mandíbula. O Rodriguezia, en honor del botánico español Don Manuel Rodríguez. El popularísimo género Gongora es tan español como que se refiere a Don Antonio Caballero y Góngora, que en 1794 ostentaba el cargo de Virrey de Nueva Granada (lo que hoy es Colombia y parte de Venezuela). Y he dicho antes “tristemente” porque la importancia de esos nombres y de los botánicos y exploradores que nos mostraron esas plantas hace más de 200 años ha quedado en el olvido. Quizá lo más grave es que ese olvido es en nuestro propio país, mientras que en el resto de Europa conocen tan bien a sus plantas y botánicos como bien conocen a los nuestros.
Por eso, hoy nos hemos acercado un poco más a Europa. Y me refiero a la Europa cultural, en una forma de cultura que ni siquiera es exclusiva de más allá de los Pirineos, sino que tiene buena parte de ingredientes nuestros, aunque no lo sepamos. Sin duda es una apuesta insólita -primera y única hasta la fecha- por parte de un Ayuntamiento y su Presidente, pero no por menos valiente y acertada.
¿Qué es un orquidario?
Un orquidario es un museo de orquídeas, en el que los visitantes tienen la oportunidad de acercarse a ellas y apreciar las formas, colores, olores, y mecanismos de supervivencia de esta familia botánica. Se intenta, por medios naturales o artificiales, reproducir los niveles de luz, temperatura, hume- dad, pluviosidad, ventilación, etc, que son habituales en aquellos lugares en que las orquídeas crecen.
Tratándose de un museo, y dado que los pa- seantes tienen efectivamente acceso a la mayor parte de las plantas, rige la norma “se mira pero no se toca”. Entre otras.
Un orquidario es una forma de cultura en sí mismo. Un modo de transmitir a los ciudadanos una especial sensibilidad e interés por la naturaleza, la biodiversidad, el conservacionismo, y una plataforma de educación para las siguientes generaciones. Pero este mensaje cultural, de distinción, de singularidad, irá más allá de nuestras fronteras, de eso no cabe la menor duda.
Sin embargo, el orquidario va más allá de lo meramente cultural. Llegan a convertirse (como lo hará éste) en un punto de reunión para los amantes de las orquídeas y plantas en general, además de contribuir a la formación de niños y estudiantes e incluso a la conservación de determinadas especies.
El Orquidario de Estepona
Con sus 1.000 metros cuadrados y 15.000 metros cúbicos, está llamado a convertirse en un referente a nivel Europeo, si bien una quinta parte de su espacio está destinada a instalaciones auxiliares, tales como un aula para talleres y conferencias, o un invernadero para la producción de planta propia a partir de los keikis (bebés) generados por las que crecen aquí.Y es que las más de 8.000 plantas que aquí habitan, representando a casi dos mil especies, dan para muchos bebés.
El orquidario de Estepona se ha centrado en las especies de hábitat cálido e intermedio cálido, optimizando así su espacio y recursos. Cabe destacar su gran colección de especies de la Alianza Cattleya, y muy especialmente su colección de los géneros Encyclia, Prosthechea y Anacheilium, atesorando más de un centenar de especies de este grupo. Pero en un pequeño alarde de extravagancia, también se ha hecho con una importante colección de orquídeas negras, desde la Fredclar- keara ‘After Dark’ o Cymbidium ‘Kiwi Midnight’ hasta Monnierara ‘Millenium Magic’ o Maxillaria schunkeana. También podremos apreciar algunas especies poco usuales, como son la veintena de Laelias rupícolas, llegadas de Brasil, donde crecen entre los resquicios de roquedos expuestos al sol, aguantando temperaturas superiores a los 40ºC en verano, y compartiendo su hábitat con todo tipo de vegetación xerofita, cactus incluidos. También podrán maravillarse con las magníficas floraciones de la gigante Grammatophyllum speciosum, el titán de las orquídeas, cuyos gran- des ejemplares rondan los 3 metros de alto, y sobrepasan las 2 toneladas de peso. Sus varas florales se elevan a más 3 metros de altura y una planta sana es capaz de mantener durante meses más de un millar de flores de unos 15 cm de diámetro. Con esta planta no se puede evitar el uso y abuso del adverbio “más”, pero quizá me den ustedes la razón cuando lo comprueben con sus propios ojos.Vengan y véanla.
Objetivos
El orquidario de Estepona tiene metas tan variadas como atractivas. De una parte, y dada la poca cultura orquideológica en España, ha de contribuir a esa base, a informar, enseñar, mostrar, desde la curiosidad y lo anecdótico que hay en cada planta, sin olvidar el cientifismo, hasta la familiarización de la persona con las orquídeas. De algún modo debe cumplir con esa tarea de desmitificar las orquídeas y hacerlas accesibles a los ciudadanos, y de otra debe despertar en estos últimos la curiosidad por aprender más de su mundo y, efectivamente, acercarse a ellas. Es por eso que sus aulas servirán para talleres, cursos, seminarios, concursos, y todo tipo de actividades con esta finalidad. Pero no podíamos olvidarnos del cientifismo, de la maravillosa oportunidad que estas instalaciones brindan a estudiantes, universitarios, tesis doctorales, investigaciones científicas, para estudiar estas plantas en un entorno hasta la fecha no conseguido en España.
Agradecimientos
Es un hecho que la oportunidad es maravillosa para científicos, o meramente aficionados, o para cualquiera de los profanos. No es una apreciación particular. Coinciden con ella instituciones de muy diversos países que mostraron su apoyo y voluntad de colaborar desde los primeros momentos en los que tan solo era un proyecto. Desde aquí queremos agradecer este apoyo a Doña Blanca Lasso de la Vega Westendorp, Don Carlos Espejo Zurita y Doña Trinidad Sánchez Varela, del Jardín Botánico de Málaga, así como a la Delegación de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Estepona; al catedrático Mr. Kingsley Dixon, Director del Kings Park y Jardín Botánico de Perth (Australia); a Don Francisco Jiménez Rodríguez, Director del Jardín Botánico Nacional Dr. Rafael M. Moscoso, en Santo Domingo (República Dominicana); al Doctor Giuseppe Pellegrino, del Departamento de Biología de la Universidad de Calabria (Italia); a Don Angel Vale, especialista en taxonomía en el Departamen- to de Biología de la Universidad de Vigo (España), y a quien mucho se le debe; al Doctor Robert Dressler, Diretor del Jardín Botánico Lankester de la Universidad de Costa Rica; a la Doctora Nicola
- Flanagan, de la Facultad de Biología de la Pon- tificia Universidad Javeriana, en Cali (Colombia); a Don Efraín Rodríguez Seijo, Gerente del Labora- torio de Biotecnología Agroforestal de la Universi- dad Católica del Maule, en Talca (Chile); al Doctor Fabio Pinheiro, del Departamento de Botánica de la Universidad Estadual Paulista “Julio de Mesquita
Filho”, en Rio Claro (Brasil), al Doctor Randall W. Robinson de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Victoria, en Melbourne (Australia), y a Don José Lázaro BocourtVigil, Director del Jardín Botánico y Orquidario de Soroa (Cuba).
La lista de apoyos a nivel particular no ha sido menor, con expertos en orquídeas, botánicos en general, o especialistas en plantas acuáticas, y así hemos de reconocer la ilusión y confianza de Don Isaac Estanislao; Don Anatolii Minzatu; Don Alex Sánchez Sans, a la sazón curator del Jardín Botánico de Shanghai; Don Oliver Weiss, de la Fundación Sales; Don Angel Sanchís y otros bue- nos amigos de la OVAL (Orquideófils Valençians), y que me perdonen igualmente aquellos a quienes he omitido –involuntariamente, desde luego-.
La mayor parte de las empresas españolas dedicadas al mundo de las orquídeas han contribuido con sus plantas al embellecimiento del orquidario: Serra Brasil Orquídeas, Flora del Trópico, Orienty Orchids, Orquival, yTodorquídea, sin olvidarnos de las generosas donaciones de plantas por parte de numerosos cultivadores aficionados.
El orquidario de Estepona es un sueño hecho realidad para miles de orquiadictos de la península Ibérica, una necesidad que nos distinguiera por algo más que el desorbitado número de centros de ocio y comercio, y macrosuperficies, ya planta- dos en la piel de toro. Una novedad, una invitación, un aliciente, una carta de presentación...
Pasen a conocerlo, señoras y señores...
-Artículo en el primer número de la Revista Orchidarium editada en 2015-