Una primera vista del género Bulbophyllum

Una primera vista del género Bulbophyllum

Por Manuel Lucas

Estamos ante un “grande entre los grandes” que ha llegado a tener hasta sesenta sinónimos distintos, las más de las veces para designar una parte de las especies que ya contiene. Y en cuanto a número de especies, tampoco es una broma: se han descrito más de 2.200 especies de Bulbophyllum, aunque en la actualidad y tras las sucesivas revisiones del género, se estima que engloba unas 1.800, lo que le convierte no sólo en el género más numeroso dentro de las orquidáceas, sino también en uno de los mayores géneros en la totalidad del reino de las plantas, superado en número solamente por Senecio y Euphorbia.

El género (cuya contracción es Bulb.) fue fijado en 1822 por el botánico francés Louis-Marie Aubert Du Petit-Thouars tras su viaje a la isla de Madagascar y las Mascareñas. Su experiencia quedó recogida en su magnífica obra ”Historire des Plantes Orchidées Recueillies sur les Trois Iles Australes d’Afrique”, por entonces uno de los más grandes y exhaustivos trabajos sobre orquídeas. Sin embargo, hay que hacer notar que en 1809 el mismo autor había creado el género Phyllorkis para referirse a las mismas plantas. La comunidad científica aceptó prontamente el nuevo género, formado a partir de los vocablos clásicos bulbus (en latín, ”bulbo”) y phyllon (en griego, ”hoja”), pero sin embargo el propio Thouars continuó usando tanto el nuevo género como el anterior, Phyllorkis, e incluso algunos pseudónimos que se utilizaban con anterioridad. Tal cosa contribuyó aun más a crear confusión entre los botánicos y los aficionados a las orquídeas, que ya despuntaban por estas fechas aun cuando quedara algo más de una década para lo que luego se conoció como ”La Fiebre de las Orquídeas”.

Otro botánico que contribuyó notablemente al orden y comprensión del género Bulbophyllum y géneros afines, fue el británico John Lindley que, en 1822, era a la sazón Secretario de la Royal Horticultural Society, en Inglaterra y editor de la famosa revista Gardener’s Chronicle. Curiosamente, esta publicación ha sido más vista y leída en la actualidad que en la época en la que fue editada, y constituye un valioso testimonio de los entresijos culturales del Siglo XIX, y de los métodos que entonces se proponían para el cultivo de plantas, entre ellas las orquídeas. Pero Lindley no solo era un experto cultivando orquídeas, sino que su trabajo le permitía mantener una estrecha relación con otros horticultores, intercambiar experiencias y, lo que es más, recibir abundante material botánico por parte de éstos.

Los estudios de Lindley se tradujeron en una ambiciosísima obra, Genera and Species of Orchidaceus Plants (1830-1840), en la cual, junto al género Bulbophyllum, aparecen los nuevos géneros para sus especies afines, Cirrhopetalum Lindley, Cochlia Blume, Epicrianthes Blume, Lyraea Lindley, y Megaclinium Lindely, todos ellos incluidos en lo que llamaríamos ahora Alianza Bulbophyllum. Aun así, el descubrimiento de nuevas especies en tres continentes y a la vista de su enorme variedad, la confusión sobre las especies anteriores y las nuevas descubiertas exigían una revisión profunda del género, lo que fue llevado a cabo en 1926 por el insigne botánico Rudolf Schlechter (para muchos, el botánico más preeminente de la primera mitad del Siglo XX). El trabajo de Schlechter fue concienzudo, describió la subtribu Bulbophyllinae en la que incluyó los géneros Bulbophyllum, Chasella, Drymoda, Monomeria, Pedilochilus, Saccoglossum, y Trias, si bien describió separadamente la subtribu Sunipiinae.

Ciertamente, algunos de esos géneros autónomos se crearon para clasificar estas plantas en función de sus inflorescencias, así, se usaba Cirrhopetalum para las flores en umbela, Megaclinium para las que se distribuyen a uno y otro lado de un tallo aplanado (raquis), Bulbophyllum para las de flores aisladas o en espiga, etc. En la actualidad todas están integradas en el mismo género, Bulbophyllum, con independencia de las distintas Secciones que vienen a poner algo de orden de puertas para adentro, como por ejemplo Cirrhopetalum, que ha dejado de ser un género propio para convertirse en una Sección –hay más de 90- dentro del género común. A pesar de todo, la discusión continúa en algunos aspectos, y solo podrá llegarse a una consideración unánime en la medida que tengamos mayor conocimiento de este género.

Peculiaridades en Bulbophyllum
Como todas las orquídeas, la flor de Bulbophyllum es trímera(1), zygomorfa(2), resupinada(3), y ha deformado el pétalo inferior, distinguiéndose de los demás, y que se conoce como ”labelo”. Los órganos masculino y femenino están fusionados formando la columna, pero la base de ésta forma junto con los sépalos una proyección similar a una barbilla, que se denomina mentum. El labelo está soldado a la columna y se mueve muy fácilmente, incluso con la brisa más leve. Tanto Bulbophyllum como sus aliados son típicamente epifitas, salvo alguna que otra excepción, y todos ellos son simpodiales, es decir, crecen a partir rizomas rastreros, que a su vez se desarrollan a partir de una yema en la base del pseudobulbo. Los pseudobulbos son de formas muy variadas en función de la especie y hábitat, esféricos, cilíndricos, ovoides, periforme, aplanado, etc, y suelen rematar con una hoja, aunque en algunas especies tienen dos e incluso tres. La inflorescencia es siempre basal, es decir, parte de otra yema igualmente situada en la base del pseudobulbo. Quizá esta sea una de las diferencias más notables respecto de otras orquídeas que se le asemejan y con las que podrían confundirse, muy particularmente con algunos Dendrobium, pero la inflorescencia en éstos últimos es axilar o apical, procedente de los laterales del pseudobulbo o de su ápice, cosa que nunca sucede en los Bullbophyllum. Igualmente, buena parte de sus especies se caracterizan por un desarrollo excepcional de sus sépalos laterales, que son los que verdaderamente dan atractivo a la flor, en vez del labelo, como es usual en otras orquídeas. Los pétalos tienen varias formas y tamaños, pero son siempre mucho más pequeños que el sépalo dorsal.

La Alianza Bulbophyllum, y con ello me refiero al colectivo formado por éste género y otros afines, es pantrópica, es decir, que se distribuye por los trópicos de todo el planeta, sin llegar a ser específico de un continente. A pesar de esto, los botánicos creen que su origen estuvo en Malasia e islas adyacentes, y a partir de ahí se expandió por todo el sudeste asiático y Oceanía, utilizando como puente Indonesia, Nueva Guinea, y Australia. Otra zona de distribución se dirigió hacia el Este, usando la India como puente, y llegando hasta Madagascar y las islas de su entorno, conocidas en conjunto como Mascareñas, y de ahí saltó a África. Esta familia alcanzó el mayor de los éxitos en cuanto a su propagación al alcanzar lugares tan distantes como Sudamérica, con algunas especies llegando a Centroamérica, y unas pocas hasta la mismísima Norteamérica. Semejante viaje a lo largo de milenios y colonizando hábitats bien distintos, aun cuando todos ellos sean en el trópico, solo se explica gracias a la increíble capacidad de adaptación y evolución de este género, cuyas especies se han convertido en endémicas de muchos de esos lugares.

Pongamos un ejemplo: el grupo denominado Megaclinium es muy característico por presentar dos hojas por pseudobulbo y un raquis(4) aplanado del cual salen las flores, pequeñas, y dispuestas a lo largo de cada una de sus caras (es característico Bulbophyllum falcatum). Estas características tan particulares no se dan en los miembros de este género que crecen en el sudeste asiático, y solo hay unos pocos que se le parecen en Sudamérica. Tal circunstancia permite suponer acertadamente que estas características se desarrollaron en los entornos de África y Madagascar, y que unas pocas plantas migraron a Sudamérica, donde se adaptaron nuevamente a las condiciones de la zona. La diversidad más grande de especies se encuentra en Malasia y sudeste asiático, descubriéndose allí muchas especies nuevas año tras año, especialmente en Nueva Guinea e islas adyacentes, aunque, como se ha dicho antes, Madagascar es particularmente rico en diversidad de especies de Bulbophyllum.

Un megagénero de múltiples formas En cuanto a tamaño, tenemos un problema
similar a cuando nos referíamos a la forma de sus pseudobulbos, puesto que un género tan extenso es igualmente rico en tamaños: desde el gigantesco Bulb. phalaenopsis cuyas hojas pueden alcanzar más de un metro de longitud y 10 centímetros de ancho, hasta Bulb. minutissimum con hojas de apenas 2 centímetros. En este sentido cabe decir que el género Bulbophyllum está más que indicado para los amantes de las miniaturas. Cabe igualmente resaltar la espectacularidad de las hojas de Bulb. phalaenopsis por sus colores rojizos, a veces solo en su envés.

En cuanto a botánica se refiere, y comparativamente hablando, este género es una locura no solo dentro de la familia de las orquídeas, sino incluso dentro del reino vegetal. No en vano los científicos han intentado una y otra vez recortarlo, subdividiéndolo en otros menores que, de hecho, con el tiempo han acabado defenestrados y vuelto a convertirse en secciones del propio género Bulbophyllum, manteniendo éste su original riqueza, diversidad, y variedad. Agrupa no menos de 50 de estas secciones (antiguos géneros) tales como Adelopetalum, Cyrrhopetalum, o Monosepalum, entre otras, haciendo éstas tres una clara alusión a las peculiaridades de sus flores. Con semejante variedad, las inflorescencias de este megagénero se presentan desde la simple flor única, pasando por las flores sésiles (sin pedúnculo) alternas a lo largo de un raquis aplanado (véase la ficha de cultivo de Bulb. falcatum) hasta las formaciones en amento, corimbo, racimo, o umbela; algunas de ellas, como es el caso de Bulb. medusae, son de una espectacularidad innegable pese a su tamaño. Ciertamente, algunas flores son diminutas (la de Bulb. minutissimum es de apenas 3 milímetros) pero otras, como la de Bulb. echinolabium, pueden alcanzar los 70 centímetros de diámetro en la corola.

También en la propia morfología de las flores hay notables diferencias. En unas especies los pétalos tienen un tamaño minúsculo y el principal atractivo está en los sépalos laterales, larguísimos y desproporcionados en relación al resto. En otras se guarda una proporción más homogénea, formando un conjunto más “típico”. En otras especies, pétalos y sépalos se agrupan para formar un tubo o una caja en la que recibir al polinizador (p. ej. Bulb. arfakianum y afines de la Sección Hyalosema). Por lo demás, mientras que algunas flores muestran un aspecto satinado, casi céreo, otras se engalanan con estructuras similares a pelos, flecos, o plumas, si se me permite la comparación.

Los variados mecanismos de polinización de Bulbophyllum
Lo corriente en el mundo de las orquídeas es que el polinizador, ya sea ave, mamífero, o insecto, acuda atraído por el agradable aroma de la flor, un aroma sugerente que no siempre se ve recompensado con néctar, aunque otras veces sí. Por otro lado, buena parte de las orquídeas terrestres europeas, así como sus parientes australianas, juegan con olores de marcado atractivo sexual que vienen a atraer a los machos de determinadas especies de abejas y avispas, convencidos de poder copular con una hembra de su especie. Sin embargo, en el género buena parte de sus fragancias están destinadas a otro tipo de polinizadores: las moscas. No en vano, algunos de sus nombres hacen una clara referencia a ello, tales como Bulb. putidum, y otros menos precisos como Bulb. odoratissimum, se refieren a un olor intenso aunque no especifiquen a qué (en este caso, puedo confirmar que su olor es como el de orines de perro, aunque otras opiniones afirman que son más bien de gato, pero “orines” en definitiva). Quizá el mayor exponente de ese tipo de polinización esté a cargo del espectacular Bulb. phalaenopsis, cuyas flores de color rojo oscuro muestran pequeñas protuberancias de color amarillento, muy contrastadas. Pero lo que para nosotros no pasa de ser una originalidad, para las moscas es todo un reclamo, ya que éstas ven un trozo de carne en descomposición, plagado de pupas y larvas amarillentas de mosca. El efecto no es meramente visual, ya que va acompañado de un fuerte olor, semejante a la carroña en avanzado estado de descomposición. El engaño es perfecto, y no hay mosca o moscarda que pueda resistirse a adentrarse entre sus flores e intentar depositar sus huevos. Esta misma apariencia no es exclusiva de Bulb. phalaenopsis, y puede encontrarse en Bulb. fletcherianum, Bulb. spiesii, Bulb. orthosepalum, y Bulb. hashimotoi, todos ellos de la Sección Macrobulbon.

Condiciones generales de cultivo
Es difícil hablar de una forma estándar de cultivo para un género que se extiende en tan diferentes hábitats a lo largo de cuatro continentes, con diferencias notables entre uno y otro lugar, no solo en cuanto a la luz, sino también a humedad, pluviosidad, etc. Por eso, y con independencia de las sugerencias a continuación, el cultivador debe tener en cuenta el lugar natural de esa especie concreta, considerar sus condiciones de cultivo en el medio en el que crece, y tratar de reproducirlas en el orquidario. Por otro lado, ya hemos visto que es un género de extraordinaria capacidad de adaptación, por lo que es muy posible que su planta haga eso mismo en su nuevo entorno aunque sea algo diferente a eso otro de donde procedía.

En términos generales, los Bulbophyllum necesitan de sombra media a sombra densa, aunque algunos de ellos necesitan de un estímulo lumínico para su floración, incrementando la calidad de la luz durante este período aun cuando los días sean más cortos. Pero como regla general e invariable, todos ellos necesitan de una humedad relativa más o menos alta, siempre superior al 60%, y no guardan reposo de ninguna manera tras la floración. Es más, muchas de sus especies son realmente vigorosas y crecen durante todo el año, convirtiéndose en matas densas y muy decorativas, por lo que tampoco debemos dejar de abonar en ningun momento, aunque sea en dosis bajas. Hay una norma general a seguir en estos casos: si la planta muestra un color verde pálido o amarillean, e incluso desarrollan puntos marrones como señal de quemaduras, es más que recomendable situarla en un lugar más apartado, con una sombra más densa. Si por contra, la planta se desarrolla bien, con nuevos pseudobulbos en cada temporada, pero es renuente a florecer, significa que debemos recolocarla en un lugar más iluminado.

Como regla general, todos los Bulbophyllum gustan de temperaturas intermedias a cálidas, y aguantan muy bien temperaturas en torno a los 30Cº siempre que no les falte humedad y ventilación. Sin embargo los choques térmicos en otoño sirven para inducirlos a la floración, particularmente si las bajadas de temperatura tienen lugar durante la noche.

En cuanto al medio de cultivo, éste puede ser muy variado. Como ya se ha dicho, gustan de una humedad elevada, de modo que los Bulbophyllum crecerán a gusto en una placa de xaxim o de helecho arborescente, que retienen bien la humedad. Yo a veces he empleado con éxi-to troncos de palmera. El alcornoque también es excelente, ya sea en placa, tronco, o percha, pero habrá que acompañar el montaje con algo de sphagnum. Algunas especies, de porte colgante, encuentran su mejor soporte en cestas y canastas. También agarran sobre troncos de vid o parra, quedando muy espectaculares cuando se usan cepas centenarias. En algunos casos he encontrado práctico el uso de macetas de barro de bordes altos, porque retienen bien la humedad a la vez que permiten una mejor ventilación que las de plástico, cuando se emplazan en un lugar permanentemente húmedo contribuyen por sí mismas a mantener la humedad en el entorno de la planta gracias a su porosidad, pero además también permite que una vez que la planta se desarrolle a partir del medio principal (corteza de pino habitualmente) acabe usando el propio tiesto como soporte.

En cuanto a los sustratos, los Bullbophyllum son tolerantes y adaptables: corteza de pino, al-
cornoque picado, arlita, vermiculita, esfagno, xaxim molido, etc. Aunque lo normal será una mezcla de temperatura, que para otras especies resultan letales. Sin embargo, como se ha dicho, son especialmente sensibles a las caidas de la humedad relativa por debajo del 60 por ciento..

(1) Trímera: Dícese del órgano u organismo que consta de tres partes o elementos semejantes.
(2) Zygomorfa: Dícese del organismo o del órgano que solo tiene un plano de simetría.
(3) Resupinada: Dicese de cuando un determinado órgano de la planta –en este caso, la flor– sufre una inversión o torsión respecto a su posición original, de tal modo que lo que creemos como parte superior de la flor es la inferior, y viceversa..
(4) Raquis: Dicese de las estructuras lineales que forman el eje de una inflorescencia, con frecuencia en forma de espiga, o de una hoja compuesta (sobre todo en las palmeras y helechos).

Bibliografía y referencias:
Bellone, Roger. “Orquídeas, Guía del Aficionado”. Ed. Omega, Barcelona, 2006.
Ned Nash e Isobyl La Croix. “Orquídeas”. Ed. Omega,
Barcelona, 2007.
Emly S. Siegerist. “Bulbophyllums and Their Allies. A Grower’s Guide”. Timber Press Inc. 2001.
Internet Orchid Species Photo Encyclopedia (http://www.orchidspecies.com/)

*Artículo publicado originalmente en la revista I Orchidarium Estepona

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